miércoles, 12 de mayo de 2010

"La labor institucional museística es insustituible" FÉLIX SUAZO

    EL NACIONAL · LUNES 10 DE MAYO DE 2010 · CULTURA/4
    El foro del lunes

    FÉLIX SUAZO
    El curador habla sobre tópicos que atañen a las artes visuales hoy

    "La labor institucional museística es insustituible" Los espacios alternativos no tienen la responsabilidad de generar procesos de valoración de las artes visuales. Las carencias en el sistema de museos venezolanos han dañado la labor de comprensión de la visualidad nacional, señala el investigador.

    MARJORIE DELGADO A.
    El investigador Félix Suazo formó parte de la fila de curadores del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Desde su experiencia habla sobre tópicos que atañen al campo de las artes visuales en la Venezuela de hoy, justo cuando se celebra el Día del Artista Plástico, en conmemoración del nacimiento hace 121 años de Armando Reverón.

    —¿Por qué algunos siguen con el discurso que sataniza al curador?
    —Es parte de una pulsión psíquica del campo de arte que siempre está buscando chivos expiatorios para sus malestares. Artistas y funcionarios han estado interesados en tener el monopolio del significado de la obra. Lo cierto es que el campo del arte es un sistema con rituales y responsabilidades divididas y corresponde a varios agentes generar los consensos necesarios para hablar, en términos valorativos, de la obras de arte. Las hostilidades son artificiales. Es un mundo de tensiones, de negociación, en el que el consenso se obtiene en un diálogo que no es de simetría sino de diferencia y eso es lo que produce información, diversidad, cambios y da oportunidad de entender las cosas en un sentido más amplio. Mientras una parte del campo artístico venezolano promueve esa lógica de colaboración, hay otro sector que obvió y satanizó esa cercanía:
    hubo un período, entre 2003 y 2008, en el que desde el entorno institucional oficial se afianzó la idea de que los curadores eran entes autoritarios y representantes elitescos de una sociedad y de una cultura que no iba a tener más lugar en nuestro país. Los representantes de estas instituciones pedían inclusión y la supuesta democratización de los museos, pero cada vez vemos mayor exclusión mientras, entre otras cosas, hay mayores dificultades para que los especialistas hagan el trabajo que les compete.

    —¿Hay una interpretación a conveniencia de la palabra democratización en los museos?
    —La palabra clave es la inclusión, que también significa masividad.Todo proceso de democratización debe prever la participación de todos los ciudadanos; pero también debe incluir que esa participación se desarrolle en estándares de calidad que deben tomar en cuenta las diferencias entre los públicos, porque todo proceso de democratización es un proceso de diversificación del saber, del conocimiento, del gusto. Lo que están haciendo las propuestas oficiales es homogeneizar. ¿Cómo consigues diversificar? Haciendo una programación variada que incluya varias visiones del arte y la sociedad, que abarque todas las tendencias vigentes, que fomenten estudios de aquellas propuestas que presenten mayores dificultades para su comprensión; haciendo estudios de las expectativas del público y que ubiquen el horizonte en el que se va a proyectar la oferta expositiva y de servicios como foros, publicaciones y otra serie de actividades que busquen la apreciación sana de una obra.
    —Una vez comentó que en Venezuela se conmemora el Día del Artista Plástico de manera superficial. ¿Qué temas son urgentes? —Uno de eso temas es la metamorfosis surgida en la crítica. Otro, dado el reconocido vigor que manifiestan algunas prácticas de la visualidad contemporánea, revisaría si se da y con qué proporción en el resto del país. También urge pensar sobre los soportes en los que serían posibles todas estas reflexiones sobre el arte.

    —¿Sobre qué habría que reflexionar en cuanto a los soportes actuales?
    —En principio se han perdido espacios para la reflexión sistemática y aunque han surgido otros como los electrónicos son limitados a la comunidad que tiene el acceso a lo electrónico. Los espacios para la reflexión son urgentes por un doble propósito: el de documentación y el de la multiplicación de opiniones. También hay que comprender que tanto la crítica como el arte están sujetos a una contingencia: que hay un país polarizado, que tiene urgencia de muchos otros espacios para el debate político que son los que están engullendo toda forma de reflexión sobre nuestro presente. Creo que el exceso de la sobrepolitización en los espacios impresos, oficiales e independientes, ha soslayado el papel de la cultura como hacedora de ciudadanía, porque en la cultura hay un elemento importante de la articulación política de la sociedad. Aunque tú no saques una consigna en torno a una exposición, la obra y el artista están hablando de universos simbólicos dentro de una sociedad. Decir esto puede ser incómodo para los que se sientan aludidos, pero la politización no pasa sólo por estar hablando de lo que han hecho los partidos o han dejado de hacer, sino también por proveerles a los ciudadanos herramientas para que hagan uso pleno de su independencia. Eso es lo incómodo para ciertos sectores de la sociedad que quieren imponer una sola visión porque creen que es la única posible. El arte que fue, el que es y el que sucederá siempre será desafiante porque le dará la posibilidad al ciudadano de entrar al mundo por otra puerta, vivir el presente desde otra interpretación. Es lo que vuelve al arte una herramienta inflamable.

    —Algunos dicen que la situación de los museos ha consolidado la generación de espacios alternativos. ¿Hasta qué punto es cierto?
    —Lo que sucede en los espacios alternativos y en el arte contemporáneo es algo deseable y obedece a la naturaleza de los procesos creativos del país, pero el hecho de que en los museos nacionales no haya un margen para la presencia sistemática del arte contemporáneo no ha beneficiado a nadie, sino que ha dañado los procesos de valoración de la cultura visual contemporánea, pero no están obligados a hacer procesos de valoración y comprensión. En eso soy categórico: la labor institucional museística es insustituible y nadie se beneficia de la carencia de nuestro sistema de museos.

    —¿A qué atribuye la resistencia de estas instituciones a lo contemporáneo?
    —Lo primero es que es una resistencia hacia el arte en general. Lo que sucede es que, a diferencia del arte tradicional en el que todavía hay una serie de elementos para ver, el arte contemporáneo opera sobre procesos, razonamientos, sobreexpectativas y la memoria visual del espectador. Hay en torno al arte y los artistas una serie de mitos como el de la torre de marfil, inaccesible e intocable, y el arte contemporáneo los ha heredado para sí, pero lo cierto, sin embargo, es que es todo lo contrario: el artista contemporáneo es un sujeto común que en medio de su horizonte ausculta su realidad y muestra algo valioso. El arte nunca fue tan cotidiano, tan vulgar y tan obstinadamente contextual como lo es ahora. Después de la década de los años setenta ha sido muy preocupado por lo banal y eso es, ahora, lo que incomoda. Justamente cuando el arte quiere ser más espontáneo, cuando quiere hablar una lengua común, la gente piensa que está más distante. Es un mito; pero como el arte se alimenta de mitos tal vez pueda ser un punto de partida para que algunos quieran descifrarlo.

    Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.

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